En el albor
del siglo XIX, el sistema monárquico colonial en Hispanoamérica se encontraba
en crisis y sin capacidad para reponerse. Maracaibo no fue ajena a estos
cambios y algunos connotados representantes de la elite intelectual, política y
comercial se sumaron al proyecto independentista. No obstante, hasta 1821 la
dirigencia maracaibera se mantuvo firme en su respaldo a la continuidad de los
nexos con la Corona española; esta adhesión produjo para la ciudad un beneficio
desde el punto de vista educativo: el Seminario diocesano dejó de funcionar en
Mérida y pasó a establecerse en Maracaibo, desde el 13 de junio de 1813.
También la sede del obispado se fijaría en esta ciudad puerto, a partir de
octubre de 1815, con la presencia de Mons. Rafael Lasso de la Vega hasta
septiembre de 1821. El terremoto de 1812 y sus secuelas en Mérida, así como la
adhesión de su cabildo al movimiento independentista, motivaron este traslado
que posteriormente sería revertido por el Congreso de Colombia.
La
incorporación de Maracaibo al proyecto geopolítico de Colombia y al sistema
republicano, trajo consigo nuevos métodos instruccionales. Para entonces la
ciudad disponía de una población cercana a los 15 mil habitantes, con
acentuadas limitaciones en su oferta educativa, que derivaba en el
analfabetismo de muchos maracaiberos, a pesar de la implementación de algunas
iniciativas pedagógicas, específicamente la adopción del método lancasteriano a
proposición de El Libertador.
Esta
innovación respondía a las orientaciones provenientes de la vertiente
ideológica de la Ilustración, cuyas propuestas educativas apuntaban a la
capacitación masiva para el trabajo, el fomento de la ciudadanía y la
secularización de la enseñanza. La dirigencia gubernamental creyó que el logro
de estos propósitos pasaba por la exclusión de la Iglesia del sistema de
instrucción, para que el Estado ocupara su lugar. Sin embargo, a pesar de
medidas extremas como la supresión de conventos para convertirlos en centros de
enseñanza, la aspiración de una educación gratuita y universal (Art. 5 de la
Ley de Enseñanza Pública de 1826) tardaría mucho tiempo en materializarse, al
menos hasta la puesta en práctica del Decreto de Instrucción Pública, Gratuita
y Obligatoria, del presidente Antonio Guzmán Blanco, de fecha 27 de junio de
1870.
Antes de la
implementación del referido decreto, los gobiernos de Venezuela se mostraron
partidarios de impulsar la educación, pero en los hechos eran los vecinos
(algunas veces agrupados en organizaciones como la Sociedad Amigos de la
Instrucción y la Sociedad Amigos del País) junto con los gobiernos locales y
provinciales los que asumían el financiamiento de la educación primaria. De
acuerdo con Magdelis Vera, en su obra: Proyecto educativo republicano e
instrucción pública en Maracaibo (1830-1850), en 1841 funcionaban en Maracaibo
5 escuelas públicas: 4 para la atención de varones (2 en la parroquia Matriz, y
1 tanto en Santa Bárbara como en San Juan de Dios); y una para las niñas en la
parroquia Matriz; a la par existían 10 centros escolares privados: 1 para
varones en cada parroquia; y para las niñas, 2 en las parroquias Matriz y Santa
Bárbara, y 3 en San Juan de Dios. En ambos sectores se atendía un total de 818
estudiantes. Según el Decreto para el Establecimiento de Escuelas
Primarias y su Reglamento de Funcionamiento, emanado por la Diputación
Provincial de Maracaibo en 1834, la gratuidad de la educación estaba limitada a
la cantidad de 70 niños pobres del cantón Maracaibo (menos del 10% de la
población escolarizada), y 40 para el resto de cantones de la provincia. En las
escuelas, los niños debían aprender: doctrina cristiana, reglas elementales de
aritmética, nociones básicas de gramática y ortografía castellana, urbanidad y
cortesía práctica. Las niñas recibían adicionalmente capacitación para el
desarrollo de destrezas y oficios acordes a su sexo. El horario de actividades
abarcaba 5 horas: de 8: 00 am a 11: 00 am, y luego retornaban de 3:00 pm a 5:00
pm; el año escolar sólo disponía de un período vacacional, que se extendía
desde el 25 de diciembre hasta el 6 de enero.
En cuanto a
la educación superior, a diferencia del nivel primario, su administración y
financiamiento estaban en manos del gobierno central. Desde 1833 las
autoridades de la provincia de Maracaibo solicitaron sin éxito al presidente de
Venezuela, general José Antonio Páez, que se aprobase la fundación de una
universidad con sede en Maracaibo, pero solo lograron la asignación de un
Colegio Nacional (según decreto del 02 de marzo de 1837), el cual se instaló el
19 de abril de 1839. Esta institución inició como establecimiento literario,
pero ya en 1842 disponía de un curso de Náutica, y en 1854 se dio paso a los
estudios de Jurisprudencia y Medicina. También ofrecía formación en Filosofía y
Pedagogía; esta última sería cursada por María S. Oquendo, la primera mujer
venezolana graduada de Maestra de Instrucción Primaria, cuya acta de grado data
del 30 de agosto de 1885.
Producto de
la fecunda labor educativa del Colegio Nacional de Maracaibo -posteriormente
llamado Colegio Federal-, se iría conformando la intelectualidad maracaibera, a
la par que se darían las condiciones para la fundación de la Universidad del
Zulia, que tuvo lugar el 11 de septiembre de 1891: día considerado Fiesta de
las Ciencias, según el Acta de Instalación.
En esta etapa
final del siglo XIX, además de la Universidad, Maracaibo acogió la silla
episcopal de la Diócesis del Zulia, jurisdicción creada por el papa León XIII,
el 28 de julio de 1897. La Universidad y la Diócesis constituyen los dos
grandes tesoros culturales del Zulia en el siglo XIX, cuyo impacto en todos los
órdenes de la sociedad perduran hasta la actualidad.
* Cronista de
Maracaibo. Profesor de historia de Venezuela en la Universidad del Zulia.
Miembro de la Academia de Historia del Estado Zulia. E-mail:
cronistamaracaibo@gmail.com